
Las hermanas, conocidas como las "mariposas inolvidables" se convirtieron en el máximo exponente de la crisis de violencia contra la mujer en América Latina. El 25 de noviembre ha sido la fecha elegida para conmemorar sus vidas y promover el reconocimiento mundial de la violencia de género. Este día se ha celebrado en América Latina desde los años 80.La violencia contra las mujeres obtiene su mayor expresión con los feminicidos o crímenes sexistas.
Los feminicidios y la violencia contra la mujer en México continúan e

El fenómeno debe ser tema fundamental en la agenda política del país. Casos como los de Ciudad Juárez, Oaxaca, Puebla, Chiapas, Atenco y Guadalajara, donde el gobierno reprimió manifestaciones sociales, son temas que se tienen que tener en cuenta en todas las agendas, y no hacerlo es preocupante.
Mundialmente, por lo menos una mujer de cada tres ha sido golpeada, forzada a tener relaciones sexuales, o maltratada de alguna manera en el curso de su vida. El agresor es con frecuencia un familiar.

Cada vez más se reconoce que la violencia basada en el género es un importante problema de salud pública y una violación de los derechos humanos.
Mientras existen problemas sociales que identificamos a simple vista como las desigualdades económicas, hay otros como la violencia y discriminación de género que, por su continuidad y permanencia, nos resulta difícil reconocer.
Al pensar en el término “violencia de género” es muy probable que vengan a nuestra mente imágenes de mujeres con el rostro o el cuerpo lastimado, pero existen diferentes formas, más sutiles pero igualmente agresivas de dañar al otro género, al que se considera inferior; en este caso el femenino.

Culturalmente, nos hemos acostumbrado a que hombres y mujeres desempeñemos determinados roles a partir de los cuales nos relacionamos.
Así consideramos que cierto tipo de agresiones son, por llamarlas de algún modo, “naturales” porque son aceptadas socialmente, como parte del ser hombre y el ser mujer.
Creemos que los modelos femenino y masculino han sido siempre del mismo modo y que lo lógico es reproducirlos. Esto es erróneo, no es lo mismo ser mujer en Oriente que en Occidente, en la ciudad que en provincia, en el siglo II que en el XVII o el XXI.
En cada lugar y en cada momento, las relaciones entre géneros se han configurado de forma distinta.
E

Pero falta mucho por hacer; si reflexionamos en torno a las relaciones de género descubriremos que nuestras sociedades reconocen más valor, fuerza, vitalidad y contundencia a los hombres que a las mujeres; sobre todo en lo que se relaciona con espacios de poder.
De hecho, muchas mujeres aceptan y reproducen esta idea con niñas y niños por igual. Aceptar esta idea es creer que la naturaleza nos otorgó capacidades específicas a unos y otros para desempeñar sólo determinados papeles.
En el caso de la mujer: ser madre y cuidar un hogar, en el del hombre ser líder y proveedor, entre otros.
La situación comenzó a cambiar hace muy poco, en el siglo XX, cuando

Fue entonces cuando comenzaron a surgir los primeros grupos feministas en forma; mujeres que reconocieron sus capacidades y comenzaron a luchar para eliminar la violencia y la discriminación con el propósito de establecer relaciones equitativas de género, basadas en el respeto, el reconocimiento y la libertad del otro.
A partir de entonces, los usos y costumbres se han ido transformando poco a poco, lo cual es lógico porque los cambios sociales y culturales son parte de un proceso, en el que cada individuo puede incidir con conciencia, responsabilidad y acción personal.
En este sentido, el primer paso es mirar con atención el entorno para identificar el amplio espectro de formas en que se ejerce la violencia o discriminación contra la mujer.
Menos evidentes que los golpes físicos son otro tipo de agresiones como actitudes o frases a las que recurrimos cotidianamente; por ejemplo todas aquellas que conciben a la mujer como alguien que sólo sirve para tener hijos, que es útil mientras es joven y atractiva, que no está autorizada para hablar pues seguro se equivoca, que no es capaz de establecer relaciones cordiales con alguien de su mismo género, que sólo se interesa por el dinero o los bienes materiales, o que para poder estar en pareja debe fingir falta de interés, que si tiene éxito profesional no se debe a sus capacidades sino a su coquetería o “argucias femeninas”, entre muchas otras.

Tenemos todavía la creencia de que la mujer es la persona adecuada para realizar todo el trabajo doméstico, es como si su cuerpo hubiese sido diseñado para lavar, planchar, limpiar los pisos, cocinar, arreglar las habitaciones.
En pleno inicio del siglo XXI, muchos padres prohíben a sus hijas estudiar pues argumentan cosas del tipo: “¿para qué lo necesita? Al final se va a casar”, “no necesita muchas matemáticas para cocinar”; además infinidad de hombres impiden que la mujer trabaje porque “su deber es cuidar la casa y a los hijos”.
Se considera maltrato emocional la falta de amor y atención, la indiferencia, los celos extremos y la desconfianza, el excesivo control, la descalificación de ideas, creencias o puntos de vista, la desvalorización y la ridiculización en privado y en público, prohibir la convivencia con otras personas, fomentar sentimientos de culpa, recriminar, etc.
La violencia sexual surge cuando se forza a la mujer a tener relaciones sexuales mediante chantaje, amenazas, comparación con relaciones anteriores, sospecha de infidelidad o maltrato físico, sin considerar el estado físico, anímico, emocional o el deseo de la pareja; el sexo se toma como una obligación.

Se consideran agresiones los insultos, gritos, amenazas y discusiones sin sentido donde se humilla a la mujer, así como la indiferencia al diálogo, el silencio, ridiculizar ideas, creencias, intereses y opiniones, o comunicarse a través de órdenes y reproches.
Por lo general, el maltrato físico va acompañado de otras formas de agresión, verbales o psicológicas, como las mencionadas anteriormente. Los golpes con el puño, jalar el cabello, empujar, dar bofetadas o pellizcos, patadas, quemaduras, lanzar objetos o inmovilizar a la mujer, son acciones que se inscriben en este rubro.
Otros ejemplos de violencia contra la mujer en espacios cotidianos son:
En la calle: por ejemplo, en las grandes ciudades de nuestro país es cada vez más difícil encontrar a mujeres con falda corta caminando porque al hacerlo se vuelve “el blanco” de piropos que las más de las veces resultan ofensivos o, al abordar un transporte público, es fácil que so pretexto del hacinamiento, algunos hombres aprovechen para tocar el cuerpo de forma discreta o completamente abierta.
Manejando: en las aglomeraciones de tráfico, si un conductor hace algo mal es común escuchar “ha de ser vieja” o “sí, ya ves, es vieja”, lo que denota que las mujeres no son capaces de conducir un auto de forma adecuada.
Hombres y mujeres somos diferentes, no hay modo en que podamos ser iguales, nu

Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas en crímenes ligados a la sexualidad y por el solo hecho de ser mujeres.
En los últimos años los movimientos de mujeres de distintos países vienen denunciando los feminicidios, un concepto que pretende dar cuenta de su especificidad, del hecho de ser crímenes sexistas.
Al igual que el concepto de violencia hacia las mujeres, el “feminicidio” se trata de un concepto acuñado como resultado de nuevos enfoques, de una nueva comprensión de prácticas que no resultan nuevas.

Mientras que el concepto de violencia sexista tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente: cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales”, o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra, como si estos contextos justificasen por sí solos la transgresión a las más elementales normas sociales.La violencia contra las mujeres está reconocida como una violación de los derechos humanos en muchos acuerdos y tratados internacionales, regionales, y compromisos nacionales, que deberían servir como herramientas y garantías reales para trabajar hacia la prevención de estos crímenes.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (ICC), de 1998, incluye a la violencia sexual -la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada y los embarazos forzados- en la definición de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.
En la Revisión de Beijing (Beijing +5) se llama a la criminalización de la violencia contra las mujeres y a contar con medidas para terminar con la violencia contra las mujeres por motivos de raza y se incluyeron por primera vez los crímenes de honor.
La Declaración del Milenio de Naciones Unidas, en el 2000 plantea combatir todas formas de violencia contra la mujer, así como el apoyo de algunas de las convenciones mencionadas anteriormente. Sin embargo, a varios años de firmados esos acuerdos, crímenes como los exterminios masivos de mujeres, las violaciones, abusos y acosos sexuales, la violencia doméstica, la trata de mujeres y niñas, la prostitución forzada, la esclavitud sexual, la violencia en situaciones de conflicto armado, el embarazo forzado, el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo del feto a favor de bebés varones, los asesinatos por cuestiones de honor, la violencia por causas de dote, la mutilación genital femenina y otras prácticas y abusos, siguen siendo practicados con impunidad.
Analizando los avances logrados en la legislación internacional y por las campañas y activismo de las organizaciones de mujeres, éstos han conseguido dar visibilidad a la desigualdad existente entre los géneros y las estructuras de opresión que la perpetúan.
Se ha logrado el reconocimiento oficial de la violencia sufrida por las mujeres considerándola una violación de sus derechos humanos junto con el compromiso de los gobiernos de condenarla.
Pero, la implementación de estos compromisos queda en manos de la voluntad de los Estados. Ahí es donde muchas veces saltan a la vista las limitaciones de estos logros internacionales, que chocan con la falta de voluntad política para prevenir, investigar y sancionar estos crímenes. Hay algunos casos paradigmáticos: desde 1993 hasta enero de 2006, más de 430 mujeres han sido asesinadas y más de 600 están desaparecidas (presumiblemente asesinadas también) en Ciudad Juárez, México, en un escenario donde se concentran la industrialización fronteriza de las maquilas, la marginación, inmigración, machismo exacerbado, narcotráfico, prostitución, impunidad y corrupción política y policial.
En Guatemala, al igual que en Ciudad Juárez, cerca de dos mil mujeres fueron asesinadas entre 2001 y 2005. La mayoría de las víctimas tienen entre 12 y 25 años y viven en las regiones más pobres del país. Los métodos varían desde la utilización de armas de fuego, e incluyen torturas, violación y posterior asesinato.
Junto al incremento de estos crímenes existe también un aumento de amenazas y hostigamiento hacia las distintas organizaciones que asumen la denuncia pública de las masacres. A estos alarmantes hechos recientes hay que sumar los feminicidios en las guerras, en muchas ocasiones asociados a violaciones masivas, como los ocurridos en la ex Yugoslavia, Rwanda, República Democrática del Congo, por citar sólo algunas situaciones de las últimas décadas.
Se ha logrado el reconocimiento oficial de la violencia sufrida por las mujeres considerándola una violación de sus derechos humanos junto con el compromiso de los gobiernos de condenarla.
Pero, la implementación de estos compromisos queda en manos de la voluntad de los Estados. Ahí es donde muchas veces saltan a la vista las limitaciones de estos logros internacionales, que chocan con la falta de voluntad política para prevenir, investigar y sancionar estos crímenes. Hay algunos casos paradigmáticos: desde 1993 hasta enero de 2006, más de 430 mujeres han sido asesinadas y más de 600 están desaparecidas (presumiblemente asesinadas también) en Ciudad Juárez, México, en un escenario donde se concentran la industrialización fronteriza de las maquilas, la marginación, inmigración, machismo exacerbado, narcotráfico, prostitución, impunidad y corrupción política y policial.
En Guatemala, al igual que en Ciudad Juárez, cerca de dos mil mujeres fueron asesinadas entre 2001 y 2005. La mayoría de las víctimas tienen entre 12 y 25 años y viven en las regiones más pobres del país. Los métodos varían desde la utilización de armas de fuego, e incluyen torturas, violación y posterior asesinato.
Junto al incremento de estos crímenes existe también un aumento de amenazas y hostigamiento hacia las distintas organizaciones que asumen la denuncia pública de las masacres. A estos alarmantes hechos recientes hay que sumar los feminicidios en las guerras, en muchas ocasiones asociados a violaciones masivas, como los ocurridos en la ex Yugoslavia, Rwanda, República Democrática del Congo, por citar sólo algunas situaciones de las últimas décadas.
Actualmente estos crímenes aparecen sancionados severamente en el Estatuto de la Corte Penal Internacional. La violencia contra la mujer, tal como se manifiesta en estos casos, no sólo constituye una forma de discriminación sino que comporta violaciones al derecho a la vida, a la integridad física, libertad, seguridad y protección judicial consagrados en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, entre otras.
Estas normas internacionales reafirman la obligación del Estado de esclarecer la verdad, hacer justicia y proporcionar reparación a las víctimas, aun cuando sus de
rechos han sido violados por particulares. Sin embargo, el tema de la violencia contra las mujeres sigue marcado por dos aspectos importantes: la impunidad y la implementación de los mecanismos, que en última instancia deberían ser parte de una nueva visión que incorpore, junto al marco de los derechos humanos, las conexiones con los temas y las organizaciones que trabajan por la paz, la justicia económica y la seguridad. El estatus de las mujeres de todas las regiones del mundo y las diversas violaciones a sus derechos humanos que antes estaban ocultas y silenciadas han salido a la luz, ligando los movimientos locales a un movimiento de mujeres global que sigue creciendo.
Es momento de cerrar el ciclo de la victimización para abrir el del empoderamiento y permitir que las mujeres se sientan sujetas de derechos capaces de enfrentar un sistema de justicia altamente sexista, racista, clasista y homófono.
Finalmente, baste decir que la violencia contra la mujer es el crimen encubierto más numeroso del mundo y que esto debe acabar ya.
Salu2!!!
Estas normas internacionales reafirman la obligación del Estado de esclarecer la verdad, hacer justicia y proporcionar reparación a las víctimas, aun cuando sus de

Es momento de cerrar el ciclo de la victimización para abrir el del empoderamiento y permitir que las mujeres se sientan sujetas de derechos capaces de enfrentar un sistema de justicia altamente sexista, racista, clasista y homófono.
Finalmente, baste decir que la violencia contra la mujer es el crimen encubierto más numeroso del mundo y que esto debe acabar ya.
Salu2!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario