martes, 13 de enero de 2009

HIJOS DE LA GUERRA

La guerra es una realidad cotidiana para miles de niños. Las guerras civiles, la insurgencia de las guerrillas o la depuración étnica los asesinan, los convierte en discapacitados o en huérfanos. Se convierten en refugiados o en personas desplazadas; a menudo, separados de sus familias.

Muchos mueren o sufren de hambre, desnutrición, tortura, abuso sexual o falta de atención médica. Muchos niños sufren el trauma de presenciar muertes brutales y de estar rodeados de violencia, temor y privaciones.

Los niños son las mayores víctimas y quienes más sufren en guerras que no son de ellos, pero de las cuales si son su blanco.

Por recrear estar realidad, dos casos valen al pena de ser contados.

José un pequeño niño colombiano tenía cinco años, su cuerpo y su mente comenzaba a desarrollar en él una pasión por el fútbol, como todo niño latinoamericano normal… pero la guerra implacable apareció junta sus manos y por la tentación de todo niño, no pudo preveer lo que ocurriría. Jugando con su hermano, vio un tarrito en el piso y por la curiosidad decidió tomarlo. En ese momento una detonación quemó su carita y los dedos de su mano quedaron colgando… la guerra lo abrazaba con su máxima crueldad y un llanto desgarrador era su respuesta a un explosivo de dinamita abandonado por la guerrilla.

En la actualidad han pasado seis años… José se trasladó con su familia a Bucaramanga, pues en esta ciudad realizan las mejores terapias para curar este tipo de traumas.

Otra historia de un niño en medio de la guerrilla Colombiana, ocurrió en Aracataca, la tierra del premio Nobel Gabriel García Márquez. Al igual que José, Manuel adoraba el fútbol y estaba jugando un partido en una de las calles de la población, cuando la guerrilla incursionó con un ataque sangriento y frontal hacia la población civil.

Uno de los disparos le cayó a Manuel en una de sus piernas… en ese momento sólo sintió como una quemadura, y una angustia por protegerse de la violencia que estaba alterando la paz de la región. Así, corrió lleno de valor y coraje hasta su casa y se escondió debajo de una cama. Desde allí veía pasar a los guerrilleros fuertemente armados, pero él no entendía las causas de ese ataque. Cuando todo pasó, su mamá se dio cuenta de lo ocurrido y lo llevó rápidamente a un hospital. Era demasiado tarde, al herida estaba infectada y Manuel debía reemplazar su pierna por una prótesis.

En la actualidad, ambos niños recuerdan con tristeza lo ocurrido, pero viven felices y sin odios hacia los guerrilleros… lo único que no entienden es porqué siguen peleando.

La Cruz Roja Internacional es uno de los organismos abanderado en este tipo de iniciativas, y tanto José como Manuel algunos de sus más grandes beneficiarios. Su mano ha sido reemplazada por una prótesis de plástico que asemeja movimientos reales. Su mano es la bandera del perdón en una época de guerra.

Ibrahim Raad Nuri nació en la castigada ciudad Bagdad, una año después de finalizada la Guerra del Golvo de 1991, con una grave enfermedad coronaria que habría de mortificar su breve existencia y marcar para siempre la de su padre. Raad. Extremadamente frágil y necesitado de cuidados y atenciones permanentes, Ibrahim desarrolló una total dependencia hacia Raad que asumió con entereza el papel de guardián y enfermero. Desde entonces, y en espera de que su desarrollo físico permitiera una intervención quirúrgica, Ibrahim vivió literalmente en los brazos de su padre, única persona que toleraba a su lado. La imagen de este hombre y padre, alto y fuerte, fundido con una criatura tan frágil, expresaba una relación simbiótica conmovedora. Pero en un país sumido en una catástrofe sanitaria, los desvelos de Raad no pudieron impedir el deterioro de la salud de Ibrahim, precisado de intervención urgente. Su última esperanza fue la iniciativa de la Campaña por el Levantamiento de las Sanciones a Irak, que organizó el progresivo traslado a Madris de niños iraquíes con dolencias semejantes para que recibieran el tratamiento adecuado. El corazón de Ibrahim no pudo soportar la espera y murió en brazos de su padre, antes de cumplir cuatro años de edad. Murió como millares de iraquíes, víctima de las terribles consecuencias del embargo.

La historia de Ibrahim y Raan es la historia de un vínculo vital de afecto y solidaridad en medio de la guerra que no tuvo final feliz…

El niño palestino Sami Abi Jazar, de doce años, murió como consecuencia de una bala disparada, aparentemente, por un soldado israelí. La misma suerte corrió una niña de trece años que falleció el pasado 16 de octubre, cuando una bala la alcanzó. Antes que ellos, el 30 de septiembre, dio la vuelta al mundo la imagen de un pequeño, que sorprendido junto a su padre en un tiroteo entre israelíes y palestinos, lloraba y suplicaba que le ayudase, hasta que otra bala acabó con su vida.

En 350 sitios de Irak el agua y el aire fueron contaminados durante los bombardeos con armas de uranio empobrecido por parte del ejército norteamericano, por lo cual el país se enfrenta a 150,000 casos de cáncer de los cuales 30,000 son niños cuyas edades fluctúan entre los 0 y 10 años de edad.

Phuc es una niña que huía desnuda gritando de dolor tras el bombardeo con napalm del ejército estadounidense sobre una aldea de Vietnam, que fue captada en una fotografía y usada en su momento como propaganda del Gobierno de su país como símbolo de la guerra. Actualmente Phuc es embajadora de la UNESCO, ha superado la fotografía que durante muchos años la esclavizó, ya que ahora ella trabaja por la paz y para ayudar a los niños que hoy se ven envueltos en conflictos armados, ya sea en Afganistán, Irak o en áreas conflictivas de Africa y América Latina.

En otras épocas, las principales víctimas de la guerra eran los soldados. Sin embargo, en la última década, se estima en 3 millones el número de niños muertos en conflictos armados. Otros 6 millones han quedado discapacitados, mutilados, ciegos o han sufrido lesiones cerebrarles. 1.5 millones han quedado huérfanos y al l menos 5 millones se han convertido en refugiados y 12 millones más se han visto desarraigados de sus comunidades. Un número mucho más grande ha sufrido un deterioro de su salud, nutrición y educación como resultado de la destrucción de las cosechas, infraestructuras, centros de salud y escuelas a causa de los conflictos. 500,000 niños y niñas han sido enrolados en grupos de milicia

Atrapados en el infierno de los conflictos armados, miles de niños se ven obligados a ser testigos de las atrocidades cometidas contra sus padres, o son ellos mismos tomados prisioneros, separados de sus familias, reclutados como soldados o muertos.

Es tan fácil para los adultos utilizar a un niño para sus propósitos. Es tan fácil arrastrar a los niños al juego de la guerra y transformarlo en símbolo. Están fácil y tan terriblemente peligroso. Poner al niño en las primeras líneas de fuego, como participante activo en la violencia, como agresor o como víctima, puede tener terribles consecuencias personales y sociales. Un niño que ha tomado parte en actos de violencia es una amenaza para si mismo y para los otros, así como para la sociedad en la que vive ahora y en la que vivirá en el futuro.

Los niños no son objetos de propiedad de nadie. Los niños no deben ser blancos para las armas. Los niños no deben ser enviados a las primeras líneas del frente de lucha o del conflicto. No se les debe estimular para que participen en actos de violencia y los adultos de debemos permitir su participación.

En la guerra existen pocas salidas para los niños que viven en medio del miedo, desarraigo, la soledad, la inseguridad, la discriminación y el maltrato. Se puede afirmar que el futuro está hipotecado para los niños que viven en países que padecen conflictos armados.

Cuando se trata del sufrimiento de niños y niñas afectados por conflictos armados, todos somos responsables. El tema de la niñez afectada por la guerra y la protección de sus derechos, se enfrentará sólo en la medida en que la sociedad entera promueva una cultura de la paz y de la convivencia pacífica. Ojala fuera posible evitar la violencia entre los adultos, pero mientras ésta continúe, los niños no deben ser parte del juego.

No hay argumento que justifique la utilización de la violencia y menos aún contra los niños. La obligación de los gobernantes y de todos los ciudadanos, tal y como se expresa en la Convención de los Derechos del Niño es la de ayudarlos y protegerlos.

En febrero de 2007, 60 países firmaron los “Principios de París” en los que se comprometieron a no emplear niños en los conflictos bélicos, reubicarlos y procurar su reinserción en la sociedad. Hacen énfasis en los casos de las niñas soldado, ya que estas son doblemente víctimas porque son explotadas sexualmente y cuando recobran la libertad, ellas y los hijos que han alumbrado, a menudo fruto de violaciones, son rechazados por sus comunidades.

En el conflicto árabe-israelí no importa quien tiene la razón, para mi no la tiene nadie, lo que más importa es que los niños palestinos son los que están en las primeras líneas de la lucha, como si fueran combatientes en la guerra.

Qué le puede importar a un niño muerto o herido para siempre, si es un símbolo o un mártir, una víctima o el tema de un noticiero. Debemos alejar a los niños del campo de batalla de los adultos, los niños no deben tomar parte en un conflicto o en una guerra. Ellos no deben ser las víctimas de los mayores.

El terrorismo no discrimina edades o sexo. La pérdida de cualquier ser humano, lacera nuestro corazón. Pero nada en la vida es más terrible que la muerte de un niño inocente, cuando indignados, casi a diario lo vemos en la prensa o la televisión, en las tristes jornadas de la guerra en Oriente Medio o las guerrillas de Africa o Centro y Sudamérica, impuestas injustamente a esos pueblos por gobiernos fascistas. Debemos llorar también a sus niños y mártires y clamar por justicia.

Los niños son los verdaderos héroes y también víctimas inocentes de la guerra en tiempos de conflicto, también ellos tienen que demostrar fortaleza y coraje, aunque no entiendan muy bien lo que ocurre a su alrededor.

Salu2!!!

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